Conferencia celebrada el día 2 de julio de 1975, en el Instituto de Teología Ortodoxa Saint-Serge, de Paris.
Este informe no pretende examinar minuciosamente cada detalle del proceso evolutivo de las varias formas de oficio Divino, ni los orígenes de discordancias puntuales entre la praxis Griega y la Rusa, ni el papel significativo desempeñado por los diferentes Typica en dicho proceso, ni mucho menos su influencia mutua en el mismo. Se trata de ordenar un conjunto de reflexiones y consideraciones personales sobre el modo o la manera en que se celebran la Liturgia y los demás oficios, primero, en la típica parroquia Griega y, a continuación, en un entorno Ruso. Cabe interponer que, en cuanto a la implantación de la praxis Griega, en Athos hasta el día de hoy, se mantiene la fidelidad a los Typica más antiguos, por lo que allí no se han implantado las reformas de Constantinopla de 1838. Por ello, en el marco de este informe, no basta con enumerar las variaciones textuales o la discordancia entre una prescripción y otra, sino también adentrarse en la significación y el sentido que las mismas frases o mismos gestos litúrgicos aportan a la conciencia de los fieles, por así decir la forma en la que se manifiesta en sus comportamientos religiosos, aunque dichas diferencias sean consecuencia del desacuerdo, de modo de que tal «variedad litúrgica» resultara oportuna para entender y valorar las particularidades de la devoción popular.
Dicho esto, se pretende hacer resumen sobre todo de las variaciones en la celebración de la Divina Liturgia. No obstante, la diferencia más importante entre la praxis Griega y la Rusa en lo que el desarrollo de la celebración litúrgica concierne, gira en torno a la audición de las plegarias «secretas» por parte de los laicos; por tanto, el desconocimiento de estas plegarias influye en la conducta de los fieles y en el desarrollo de la misma. Conviene hacer hincapié sobre este punto, dado que dichas plegarias conforman los momentos claves de la Liturgia y que el clero concelebra con el Pueblo de Dios en el acto litúrgico. Ahora debemos aplazar cualquier indagación del conjunto de acciones que preceden la Liturgia. De hecho, veremos más de cerca qué lugar ocupan la Gran doxología en la conciencia de los griegos, la Liturgia de las Horas para los rusos, incluso el rito de la preparación o Proskomide. De momento, tomes nota de los rasgos distintivos de la Liturgia de los catecúmenos.
En efecto, tras las reformas de 1838, los griegos, a excepción de los monjes athonitas que preservan el orden más antiguo, sustituyeron la lectura del salmo 103 «Alma mía, bendice al Señor», el salmo 145 «Ensalzad al Señor» y las Bienaventuranzas, con sus respectivas antífonas; en su lugar, dejaron brevísimos responsorios dirigidos a la Theotokos o al Cristo Resucitado y la loa de Su santuario. Por su parte, los rusos los conservan íntegros en la Liturgia Dominical, permitiéndose sustituirlos ocasionalmente, por las grandes solemnidades y entre semana. A todos los efectos, suprimirlos, acorta la duración de la Divina Liturgia. De hecho, pasando factura sobre el carácter didáctico y Bíblico de la Liturgia de los catecúmenos que representa la convergencia del Nuevo y el Antiguo Testamento. Por tanto, la supresión también de las plegarias por los catecúmenos, tal y como se contempla en la reforma de 1838, surte un efecto parecido, de modo que dejar de tener sentido denominar la parte inicial de la Liturgia la «liturgia de los catecúmenos.» Por su parte, los monjes Athonitas conservan intactas dichas plegarias por los catecúmenos, pronunciándose en cada Liturgia a lo largo de todo el año.
Cabe relacionar también, otra peculiaridad que se da lugar durante la Liturgia de los fieles, en el momento del himno Querúbico, y que resulta en una notable diferencia de conducta entre los fieles. Al empezar el himno, los griegos toman asiento mientras que los rusos suelen ponerse de rodillas. Acto seguido, durante la procesión de la Gran entrada con los Santos dones, los griegos se ponen de pie e inclinan la cabeza; sin embargo, los rusos se levantan y, poniéndose de pie sin inclinaciones, se mantienen erguidos, aunque también hay quienes hacen una postración pues consideran equivocadamente que los Santos dones ya han sido consagrados − un gravísimo error que tachado de herejía por un concilio de Moscú del siglo XVII. De hecho, a gusto de los griegos, la procesión y sus respectivas conmemoraciones dotan de importancia la Gran entrada ; los rusos se decantan por el himno Querúbico, aunque oficialmente la costumbre de arrodillarse jamás haya sido sancionada por la Iglesia Rusa. Es más, se ha esmerado en inculcar en los fieles conciencia de la incompatibilidad de dicho gesto, especialmente los domingos, por el mero hecho de que los Santos dones aún siguen sin consagrar. Pero con poco éxito, pues sigue tan arraigada como siempre esa peligrosa práctica espiritual. Pues, dicha costumbre dota de significado «místico» al himno Querúbico como si fuese el «eje central» de la Divina Liturgia, a detrimento de la Plegaria Eucarística y de la consagración de los Santos dones. En cuanto a los griegos, su comportamiento puede deberse a la tardía incorporación en el siglo VI del himno Querúbico a la Liturgia, principalmente en Constantinopla cuando se consideró conveniente llenar el vacío producido durante las conmemoraciones de los vivos y los muertos en la Mesa de preparación (próthesis) justo antes de la Gran Entrada. Además, la interpolación del himno Querúbico fue fuertemente criticada en su momento, considerándose una extraña innovación, por ello que los griegos tomen asiento durante éste y otros himnos similares, cuya finalidad es simplemente «hacer tiempo.»
Sucede algo similar en el caso del prólogo de la Plegaria Eucarística, que tiene dos sentidos distintos para los griegos que para los rusos. Se trata del conjunto: «Έλαιον ειρήνης, Θυσίαν αινέσεως» que significa literalmente, en griego «óleo de paz, sacrificio de alabanza» y se traduce en la tradición Rusa, «merced de paz, sacrificio de alabanza.» Obviamente, este tipo de equivocación es común; se lo denomina «iotismo» o lo que es igual la confusión entre dos vocablos griegos que en la época Bizantina se pronunciaban igual aunque se deletreasen diferentemente: «elaion» (óleo) y «eleoV» (merced). Con toda seguridad, el vocablo original era «elaion» (óleo). Por ello, «eleoV» (merced) es erróneo y representa la interpolación intencionada de algún copista cuya intención fue «embellecer» el texto. He aquí un ejemplo clarísimo de la degeneración de un texto Bíblico literal en algo simbólico y espiritualizado, es decir se trata de una evolución «a la inversa» desde la simplicidad hacia la complejidad. Está visto que los copistas y liturgistas rusos preferían el vocablo espiritualizado, es decir gustaba más merced que óleo, el cual adaptaron a la Liturgia Eslava. No obstante, sería un desacierto atribuirle el «mérito» de dicha interpolación exclusivamente a los quehaceres de los copistas Eslavos. Precisamente fueron los mismísimos griegos los culpables en muchos casos, como da testimonio de ello San Nicolás Cabásilas en el siglo XIV. En su obra «Comentario sobre la Divina Liturgia,» aunque no cita directamente el texto, lo parafrasea empleando merced en vez de óleo, expresado así: «Se consagran mercedes, ofrecidos a Aquel que dijo: Soy la merced y no el sacrificio… ofrendándose el sacrificio de alabanza» (P. G. 150, 396 AB).
Cabe destacar que entre los griegos el gusto por lo «espiritualizado» pronto pasó de moda, precisamente porque les era posible volver al texto Bíblico original, mientras que para los Rusos, la variante «merced de paz» devendría uno de los puntos claves del culto, adornada con composiciones musicales elaboradas por grandes compositores y de gran popularidad entre quienes acudían a los oficios para escuchar conciertos de música.
Siguiendo la misma línea, añadiremos a nuestra relación otra incidencia similar en la que el breve texto original ha sido expandido, por razones teológicas, con el fin de darle tiempo al oficiante de decir la primera plegaria secreta de la Plegaria Eucarística (Anáphora). Se trata de la contestación al versículo del presbítero «Demos gracias al Señor nuestro Dios,» que reza en griego simplemente: «Es justo y necesario» y que en la Liturgia Rusa deviene: «Es justo y necesario, ensalzar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo: la Trinidad consubstancial e indivisible.» Por supuesto, quede claro que la prolongación de la frase por los rusos, como en el caso de «merced de paz…,» se produjo cuando éstos hicieron propia una de las variantes de los mismos manuscritos Griegos. Sin embargo, dicha variante pasaría al olvido en el marco de la tradición litúrgica. A todos los efectos, lo que fue un elemento en el diálogo entre el oficiante y el pueblo, deviene exhortación teológica, cuyo defecto es que da entrada a la discontinuidad. Interrumpe la dinámica del conjunto derivado de lo que es la exhortación inicial «Demos gracias al Señor nuestro Dios» y su respuesta «Es justo y necesario,» remplazándolo con otra exhortación de alabanza a la Trinidad Santa. Por tanto, sabemos que no da tiempo de decir la primera plegaria de la Plegaria Eucarística en el breve tiempo en el que el cantor hace tan breve réplica. Debemos mencionar la acusable costumbre tan extendida entre los griegos contemporáneos de permitir, durante la concelebración de más de un presbítero. En este caso, el segundo presbítero, salta al final de la plegaria y da la exclamación final de la misma: «Cantando, exclamando, proclamando el himno triunfal y gritando,» interrumpiendo la plegaria del oficiante, incluso aunque éste sea obispo. Claro está, lo hace para evitar los silencios que resultan tan ofensivas a los gustos del ortodoxo de a pie. Por suerte, los fieles jamás se percatan porque la Plegaria Eucarística les es inaudible.
También conviene relacionar a continuación, algunas otras incidencias bastante conocidas y documentadas, que atañen las plegarias del Canon Eucarístico.
Se trata de la singular costumbre Rusa de insertar el tropario al Espíritu Santo[1] y versículos del salmo 50 en la plegaria Epíclesis [2]; o bien, del Canon Eucarístico de San Juan Crisóstomos tal y como fue recibido por los rusos. Una vez más, aunque los autores de la interpolación no fueran rusos, como lo demuestra ciertos manuscritos litúrgicos griegos del siglo XI, la práctica se diseminó con bastante éxito entre ellos, incluso tal fue su popularidad, que sin duda habrá habido más de un sacerdote que, refiriéndose a la Epíclesis, habrá pensado en la interpolación. Es mas, el significado de la misma resulta engrandecida mediante exageradas inflexiones de voz y gestos dramáticos, como son la elevación de las manos y las genuflexiones del diácono mientras recita los versículos del salmo 50. No existe nada similar en la Liturgia Griega. Evidentemente, pudiéndose denominarla Epíclesis de la epíclesis, esta interpolación permite graduar los excesos espirituales de individualismo y devoción del presbítero, además de trasformar el orden del Canon Eucarístico. Es lamentable que, en la Liturgia de San Juan Crisóstomo, se descuiden tanto las formas, de modo que la interpolación se haga tras finalizar una frase y antes de empezar la siguiente; no, se inserta de golpe dentro de lo constituye un sola frase. Sin embargo, la Liturgia de San Basiliomagno representa para la Iglesia Rusa un grave problema de otra índole al tratarse, no de una sino dos interpolaciones. La primera interpolación, consiste en la interpolación del tropario al Espíritu Santo, como es el caso en la Liturgia de Crisóstomo, esta vez en pleno medio de la primera frase del Canon. Es justo después del verbo en modo presente de infinitivo «anadeixai» (mostrar). Una vez lograda, el oficiante debe dar marcha atrás y retomar el hilo, continuando con el discurso que se hubo interrumpido. En este caso, se aprecia claramente la artificiosidad de esta interpolación, más que en la Liturgia de San Juan Crisóstomo. Por ello, cabe afirmar que ésta fue extraída del texto de Crisóstomo en primer lugar. Además, no existe indicios de la interpolación en ningún manuscrito griego de la Liturgia de San Basiliomagno.
Sucede otra segunda interpolación recogida solo en el texto Eslavo de la Liturgia de San Basilio y proveniente también del texto de San Juan Crisóstomo, que plantea serios problemas por su interrupción de la frase «metabalώn tw Pheύmatί sou tw Agίw» (cambiado por Tu Espíritu Santo).
Se resume la problemática de esta manera:
1. — Ocurre un error gramatical inadmisible. Se trata de dos verbos incompatibles puestos en relación: el verbo «metabalώn» (cambiado) como aparece en la plegaria original, es un participio. Según las reglas del idioma griego, jamás podrá tomar significación del verbo «anadeixai» (mostrar), proveniente de la interpolación, en modo indefinido, el cual sigue el modo imperativo de «metabalein» (cambiad) cuando se intercala en la Liturgia de Crisóstomo. Hubiese convenido al copista ajustar el modo del verbo «metabalein» al indefinido, en lugar de reproducir tal cual aparecía en el texto de Crisóstomo.
2. — Resulta redundante hacer la interpolación dada la referencia en la Anáphora de San Basilio a la acción transformadora del Espíritu Santo, invocándolo directamente. Sin embargo, la plegaria de la Liturgia de Crisóstomo que es mas bien una petición que el Espíritu descienda sobre los Dones, reza «cambíándolos por Tu Espíritu Santo.»
3. — Da pie a una situación anómala mediante la cual se podría suponer que los Dones Eucarísticos se consagran cuatro veces. Por ello, para evitar tal anomalía, se le resta fuerza a la tercera plegaria con su referencia «derramada para la vida del mundo.» El resultado es contrario a la tradición.
La celebración de la Liturgia de San Basilio según la práctica Rusa, manifiesta ciertas deformaciones que han generado mucha polémica incluso entre los mismos teólogos rusos.
Por ello, el historiador Vasilii Bolotov [1854-1900], amonestó que una de las tareas de un futuro concilio de la Iglesia Rusa sería la supresión de las interpolaciones en la Liturgia de San Basilio y en la frase «Sea obrado el cambio por Tu Espíritu Santo.» No obstante, se han celebrado más de un concilio local desde aquel entonces y aún persisten las interpolaciones. Las acusaciones de los vétero-ritualistas que tacharían a la Iglesia niconania de querer implantar innovaciones, seguramente impiden que se pronuncien al respecto. Además, la Iglesia Rusa manifiesta cierto recelo, o gusto conservador entre los fieles, que le provoca tachar de sospechosa cualquier reforma litúrgica, por muy justificada que sea. Cabe hacer memoria aquí de las malogradas reformas litúrgicas de los renovacionistas implantadas después de la Revolución [soviética]; ciertamente, cualquier sugerencia de reforma litúrgica evoca temores del retorno al renovacionismo. Por tanto, las reformas litúrgicas revolucionarias de los renovacionistas han, seguramente por muchas décadas, imposibilitado la incorporación de imprescindibles mejoraras en los oficios Divinos rusos, habiéndose consagrado en la mentalidad del pueblo como el idóneo, el orden de oficios Divinos del periodo previo a la Revolución.
Quede dicho, porque así lo creo, convencido de que es por obra del Espíritu Santo que se ha regresado a dos importantísimas prácticas para la vida litúrgica de los fieles. Una es la frecuente comunión, porque cabe recordar que antes de la Revolución los fieles comulgaban solo una vez al año. La otra práctica es la participación del pueblo en el canto de los principales momentos de la Liturgia y demás oficios Divinos, principalmente el Credo y el Padrenuestro, que antaño fue propiedad exclusiva del coro.
Por su parte, los griegos no cantan sino que dan lectura, de varias maneras, al Credo y al Padrenuestro, acatando la venerable práctica más antigua mediante la cual se le otorgaba el honor de leer dichos textos, denominados geróntika, a distinguidos visitantes, como podían ser obispos, sacerdotes o incluso algunos laicos de entre los ancianos. Tan venerable práctica sufre en nuestros días de abusos a manos de los griegos en la diáspora, que por influencias occidentales no dan la tarea de leer los gerontika a los ancianos como corresponde, sino que a chicos o chicas, o bien la asamblea entera las recita a una voz. Se aferran a la pauta que prohíbe el canto de dichas plegarias, pero incorporan una costumbre occidental característica de las conferencias ecuménicas y ajena al orden del oficio Divino Ortodoxo.
Conviene, pues, resaltar dos diferenciaciones entre los griegos y los rusos, en lo que la comunión de los fieles concierne.
1. — Según el orden, el diácono sale por las Puertas santas con el Santo Cáliz y convoca a los fieles, proclamando: «¡Acercaos!» Acto seguido, añade: «¡Con temor de Dios y fe!» El diácono griego, agrega además la coletilla: «¡y amor!» Resulta un hermoso aditamento que no representa la antiquísima tradición litúrgica que, en el marco de la vida espiritual sacramental de la Liturgia de Crisóstomo, pretende realzar la actitud más indicada para los fieles ante tan «augusto Misterio.» La interpolación de la coletilla «¡y amor!» originó hacia el siglo XVIII en Athos, con los partidarios de la comunión frecuente, el denominado movimiento Kollyvady bajo el liderazgo del beato Nicodemo el hagiorita, y fue posteriormente sancionada tras las reformas del Typicón constantinopolitano de 1838. Dichas reformas no fueron implantadas en Rusia.
2. — Otro aspecto es la costumbre de la Iglesia Rusa de dar el Santo Cáliz a besar al comulgante tras comulgar que no existe en la devoción popular Griega, que considera los vasos sagrados como propiedad exclusiva del clero, por lo tanto intocables.
Bien, conviene comentar sobre otra innovación de distinto índole que se viene propagando entre los griegos bajo la influencia del denominado el movimiento Zoé. En este caso, el clero debe decir las plegarias de la Anáphora y se consagran los Santos Dones, de rodillas. Aunque numerosos teólogos, entre ellos el arcipreste Georges Florovsky, han criticado esta práctica litúrgica, diferenciándola de las dos anteriores por su carácter anti-tradicional, en este estudio nos limitaremos a examinar dos aspectos de la misma: 1.º ) Dar lectura la plegarias de la Anáphora contradice el canon establecido por el primer concilio Ecuménico que prohíbe esta postura los domingos, durante el periodo pascual desde la Pascual hasta Pentecostés, y los días de las grandes solemnidades. 2º.) Por razones prácticas, estar de rodillas mientras se celebra la Anáphora supone un obstáculo físico y un incordio. Mas, si la Santa mesa es alta, resulta difícil hacer la señal de la cruz sobre los Santos Dones. Se corre el riesgo de verter el cáliz. Bajar la mesa del altar, también supone un inconveniente en aquellos momentos de la Liturgia que los oficiantes deben tenerse de pie. Además de resultar inconveniente y dificultosa, esta postura impugna el verdadero espíritu del oficio Divino que conforma un conjunto armonioso. Por tanto, resulta jactanciosa presunción pretender superar con tanta santurronería la justa devoción de los santos padres que jamás consideraron ni necesario ni agradable a Dios el oficiar la Eucaristía de rodillas.
Desde el marco de la teología y la catequesis, la más notable discordancia entre la praxis litúrgica Griega y la Rusa, no afecta a la Eucaristía sino a la Proskomide o el rito de preparación como preludio a la Eucaristía. Ahora bien, dejemos de lado cualquier posible controversia sobre cual es el número indicado de prosphori (panes) para celebrar el rito, sea uno, cinco o siete panes como prescriben los vétero-ritualistas. Esto no supone un problema esencial. Sin embargo, los griegos incluyen, entre las conmemoraciones de los nueve coros de santos depositando una partícula de prosphora (pan) sobre la patena por cada coro, una conmemoración adicional de los arcángeles Miguel, Gabriel y todas las Potestades celestiales, justo antes de la primera conmemoración de San Juan Bautista el Precursor.[3] Nuestra diferenciación entre las dos praxis litúrgicas acusa un serio interrogante, expresado de la siguiente manera: La redención abogada a través de la salvífica Sangre de Cristo y Su inmolación en la cruz ¿sólo salva a la humanidad? ¿Incluye también a los ángeles? El Misterio del Cuerpo y la Sangre de Cristo ¿atañe también a las Potestades angelicales? Finalmente, acaso la Caída de la raza humana surtió efecto con los ángeles ¿haciéndoles comulgantes en nuestra redención? La conmemoración de las huestes angelicales plantea ciertas incógnitas. Incluso algunos teólogos rusos han catalogado la práctica de herética. No obstante, ninguna de las iglesias Ortodoxas se ha pronunciado oficialmente sobre esta cuestión. El santoral y las órdenes conmemoradas en la Liturgia se han desarrollado paulatinamente a lo largo de los siglos. Hay manuscritos griegos del periodo Bizantino en los que se recoge la misma referencia a los ángeles, pero hay otros en los que no. Bien, conviene resaltar que. en este caso, no son los rusos, sino los griegos los que inducen a la adopción de la fórmula alargada con la interpolación de la conmemoración de los ángeles, mientras que la misma se excluye de la praxis litúrgica Rusa, probablemente por escrúpulo sobre la doctrina de la fe. Aunque no se pretende resolver las discrepancias en el marco de este informe, permítaseme hacer la diferenciación dentro del marco teológico: la práctica Rusa logra manifestar un planteamiento antropocéntrico de la redención; la Griega pretende manifestar la dimensión cósmica de la misma. El paralelismo de dicha diferenciación, se evidencia una vez más en los textos Griegos y Eslavos; se trata de la exclamación del oficiante en Laudes del Oficio de maitines. El texto Griego reza: «¡Te alaban las Potestades celestiales y te glorifican!»; el Ruso se limita a poner: «¡Somos nosotros quienes te glorificamos: Padre, Hijo y Espíritu Santo!» [4] En efecto, ésta lectura del texto Eslavo avala nuestro argumento sobre el planteamiento antropocéntrico, pues no son las «Potestades celestiales» sino «nosotros» quienes glorificamos a la Trinidad Santa.
Pudiendo relacionar aquí otros procederes distintivos que, en el marco de las praxis Griega y la Rusa, caracterizan a los oficios de las vísperas, maitines, las Horas y demás, este estudio se limitará solo a examinar aquellas diferencias que, anteponiéndose a las demás, destaca en la práctica parroquial. Las vísperas Dominicales y de las grandes solemnidades, los griegos tienen costumbre de oficiar vísperas al atardecer y por la mañana los maitines con la Gran Doxología y la Divina Liturgia, suprimiendo la Liturgia de las Horas. Por su parte, los rusos al anochecer acostumbran hacer vigilia, consistente en un abreviado oficio que combina los oficios de vísperas y maitines, y por la mañana, se da lectura a las Horas y en seguida la Divina Liturgia.
Cabe enumerar tanto las ventajas como los inconvenientes de cada una de estas praxis litúrgicas, a continuación: la costumbre Griega, pretendiendo emular el mundo natural, consigue acatar el Typicón más al pie de la letra, porque procura que los oficios nocturnos se celebren por la noche y los matutinos por la mañana, al contrario de los rusos. El oficio de vísperas, por su brevedad, es bastante poco concurrido en las parroquias griegas dada una noción equivocada muy arraigada entre los ortodoxos: solo hay que ir a los oficios largos. Por ello, temo que entro los rusos, la vigilia nocturna ha conseguido superar incluso a la Divina Liturgia en concurrencia. Se debe a una cuestión estética, está claro: los fieles comparten el gusto por orar a obscuras entre el parpadeo de velas. Se alega además que la Liturgia está cargada de extenuante intensidad espiritual. No obstante, hoy en día, la tendencia es la inversa, especialmente entre los rusos de la diáspora en Occidente. Bajo la influencia del nuevo entorno heterodoxo de sus países adoptivos y la seudo espiritualidad que canaliza la devoción exclusivamente hacia la eucaristía, abandonan la costumbre de la vigilia nocturna, renunciando al tesoro de delicias espirituales y teológicas que conforma la himnografía de la misma.
Otra lamentable tendencia de nuestros días, con la excepción del monte Athos, es la infrecuencia de la lectura del salterio. Por tanto, la lectura del salmo 1 «Dichoso el hombre…» durante la vigilia Rusa es un momento de gran solemnidad y ha sido suprimido del todo en el oficio de vísperas Griego, aunque los Typica más antiguos la prescriben. Sucede algo parecido con la práctica tan común en parroquias griegas, la lectura de la Liturgia de las Horas se limita al periodo Cuaresmal.
Tanto para griegos como para rusos, la Gran Cuaresma constituye el fundamento principal del año litúrgico, que consiste en una serie de momentos que expresan modalidades de la devoción popular ó el énfasis espiritual particular de cada una de las dos tradiciones. Examinemos el conjunto que conforma las primeras seis semanas de cuaresma, excluyendo la Semana santa de momento. Es característico de los rusos un gran afecto por la Plegaria «Señor y Maestro de mi vida…» [5] que consideran la sublime expresión de la vida espiritual; todo ruso, sin excepción, conoce dicha oración que representa en su conciencia el principio y el final de la cuaresma porque destaca en todos los oficios cuaresmales tan distintivos de los demás oficios a lo largo del año litúrgico. La gran popularidad de esta plegaria y su importante contribución a la vida espiritual se inmortaliza en el poema de Pushkin «Padres del desierto y madres castísimas…».[6] Era la oración predilecta del poeta, provocando en él tal impresión que se emocionaba profundamente cuando, acudiendo a la iglesia, la escuchaba de boca del cura, y eso que Pushkin no es que fuera una persona muy religiosa que se diga. Por tanto, que dicha plegaria sea desconocida por la mayoría de los fieles griegos y que no se escuche durante la cuaresma en las iglesias griegas, sorprende mucho al típico creyente ruso.
Conviene intervenir en nuestro argumento para hacer la siguiente aclaración: la antedicha plegaria figura en todos los eucologios tanto en los Griegos como los Rusos, no es que se haya omitido. Al contrario, el clero la conoce bien porque, según marcan los Typica antiquísimos, se lee en voz baja ó «en secreto,» por lo que en la conciencia de los fieles, que han olvidado la existencia de la plegaria, las prosternaciones que acompañan su lectura son lo más característicos de la Gran cuaresma. Está claro que la lectura «en secreto» es la praxis más antigua y coinciden en esto todos los Typica, incluido el Ruso, que prescriben la Plegaria de San Efraím de Siria, desde el inicio de la Gran cuaresma, como se desglosa en el actual Typicon Ruso, indicando que «se hace esto interiormente» y «mentalmente» o «en secreto.» La praxis Rusa es la innovación, implantada en el siglo XV o XVI. Aún así, la conciencia religiosa que despierta en los fieles dicha plegaria, una de las más entrañables oraciones ortodoxas, pasaría al olvido sin no fuese por esta novedosa práctica pues claramente, para el monje docto en los oficios Divinos en su cenobio, la recitación «secreta» o «mental» de ciertas plegarias tan cargadas de contenido espiritual representa un bien espiritual, pero para el feligrés de a pie en su parroquia la práctica de recitarla en voz baja incluso le induce a la ignorancia y a la extenuación espiritual.
Ahora bien, el Gran canon de San Andrés de Creta, tan relacionado por los rusos con el arrepentimiento indicativo de la Gran cuaresma, pasa completamente desapercibido por los griegos que relacionan el Himno Acathitos a la Madre de Dios durante Semana Santa, con la cima de la solemnidad. Incluso no satisfechos con entonarlo durante los maitines de la quinta semana de cuaresma según marcan los Typica más antiguos, los griegos procuran cantarlo más veces, realizándolo en cuatro entregas durante el Oficio de completas de las primeras cuatro semanas de la cuaresma. Podría afirmarse, aunque veremos que no es así, que esta costumbre representa la acentuación de la devoción a la Theotokos durante el ciclo cuaresmal. Además, las Plegarias por los catecúmenos adquieren cierta prominencia durante la Gran cuaresma porque los griegos, con la excepción de la Liturgia de los Dones consagrados, jamás las escuchan durante el resto del año litúrgico.
En cuanto a la Liturgia de los Dones consagrados, cabría suponer que este oficio tiene una única significación tanto para griegos como para rusos aunque no es así. Es un oficio ameno y popular entre los fieles, más aún cuando se celebra al atardecer como corresponde, no obstante cierto recelo de algunos críticos que tachan de «novedosa osadía» el servir el oficio a esta hora, una práctica está más difundida entre los ortodoxos de la diáspora de Occidente. Bien, aunque no se aprecia disimilitud alguna en la celebración de la Liturgia de los Dones consagrados que diferenciase la experiencia espiritual de los fieles, conviene resaltar ciertas importantes distinciones teológicas que, aunque no se hayan formalizado oficialmente, trastocan los gestos y los enunciados realizados por el oficiante detrás del iconostasis.
Quizá sorprenda a los fieles laicos e incluso al clero que dan por hecho la respuesta, pero en este caso surge la incógnita: el vino que se vierte en cáliz en la Liturgia de los Dones consagrados, ¿cambia, convirtiéndose en la Preciosísima Sangre de nuestro Señor tal y como sucede en las Liturgias de los Santos Juan Crisóstomo y Basiliomagno? ¿O sigue siendo solo vino, bendecido y santificado, sin cambio? Según la praxis de la Liturgia Rusa, al menos desde la época de Peter Mogila, el tratamiento que recibe el vino indica que no: el vino no cambia. Tal negación se deduce basándonos en la mera observación de las gestos del oficiante al comulgar del Cuerpo de Cristo teñido con la Preciosísima Sangre consagrados en la anterior Liturgia, o bien de Crisósotomo o bien de San Basilio. Al ingerir el contenido del cáliz, no pronuncia las oraciones de la comunión que se pronuncian en la Liturgia «normal.» Además, en el supuesto que el sacerdote oficie sólo la Liturgia de los Dones consagrados, sin diácono, y debe ser él quien consuma cuanto sobre de los Sagrados Dones, el oficiante se abstiene de probar del cáliz. Cuando concelebra un diácono, se supone que al diácono corresponde consumir los Dones restantes al final de la Liturgia, por ello al diácono y no al sacerdote le toca, en este caso, prescindir del cáliz tras comulgar. En efecto, se trata de un impedimento para la ingestión de los Dones restantes, según cierta obra atribuida a Peter Mogila titulada «Apuntes sobre la celebración de la Liturgia de los Dones consagrados,» en la cual pone: «El presbítero, oficiando sólo,… debe abstenerse de ingerir del cáliz hasta el final de la Liturgia, pues aunque el vino haya sido santificado por haberse impregnado en las Partículas (del Sacratísimo Cuerpo del Señor), no ha experimentado la transubstanciación que lo convierte en la Preciosísima Sangre, porque las palabras de institución no han sido pronunciadas a dicho efecto como en las Liturgias de los Santos Juan Crisóstomo y Basiliomagno.» La praxis de la Iglesia Rusa avala esta opinión, siendo patente también de otro modo en la Liturgia de los Dones consagrados. Se trata de la prohibición impuesta a la comunión de lactantes que por su temprana edad, son incapaces de tragar la Partícula del Cuerpo de Cristo, dado que el vino no se lo considera cambiado en la Preciosísima Sangre. La praxis Griega, como se desglosa de sus eucologios, se fundamenta, aunque con cierta ambigüedad debemos remarcar, sobre ciertas bases teológicas completamente distintas a la praxis Rusa, que en el caso de la Liturgia de los Dones consagrados, rezan: «El presbítero, comulga… de los Sagrados Dones como si de la Liturgia de San Juan Crisóstomo se tratase.» En efecto, al comulgar debe decir: «La preciosísima y santísima Sangre de nuestro Señor, Dios y Salvador, Jesucristo, es impartida a mí…» Dicho tratamiento representa la conciencia de que el contenido del cáliz es, a todos los efectos, la Sangre de Cristo. Además, el gesto de beber tres veces del cáliz al comulgar, tal y como se hace en las Liturgias de Crisóstomo y Basilio, carecería de significación si solo de vino se tratase y no de la Preciosa Sangre del Señor. Una vez comulgado bajo la dos Especies, al final del oficio el oficiante consume todos los Sagrados Dones, como de costumbre en las Liturgias normales. Remontándonos a las aproximaciones teológicas de liturgistas Bizantinos del siglo XI, esto se explica así: durante la incorporación de la Partícula del Cuerpo de Cristo en el cáliz, el vino experimenta el cambio que hace de él la Preciosísima Sangre del Señor por contacto inmediato y mediato con el Sacratísimo Cuerpo del Señor.
Mi propósito en el marco de este documento, no es pronunciarme sobre tan importante punto teológico, pues considero que no es competencia mía dar resolución a dicha diferenciación, si es que existe, pues resulta desventajoso postular conclusiones exactas basándonos en las diferencias en praxis cuando representa diferencias en creencia, sobre todo cuando la Iglesia misma jamás ha puesto el tema en tela de juicio, ni en Bizancio ni en Rusia. A mi parecer, la explicación del cambio del vino en la Sangre de Cristo por contagio de la Partícula del Cuerpo, resulta rara y ajena al pensamiento de los Santos Padres más antiquísimos; no obstante, las pautas avanzadas por Peter Mogila en sus «Apuntes,» acusan obvias carencias dadas la propensión de la terminología Escolástica, como es el término «transubstanciación,» y su teología no-ortodoxa que relaciona la consagración de los Dones Eucarísticos con las palabras de la institución y no con la Epíclesis.
Los redactores de los eucologios en Rusia, no pasaron por alto dichas carencias pues, aunque incorporaron las instrucciones de Peter Mogila de «Apuntes,» optaron obviar la extravagancia de texto citado, abrazando el segmento en cuestión entre corchetes. No obstante, la teoría alternativa sobre el cambio por contagio también alberga un defecto similar, pues ésta también prescinde de la Epíclesis. De las dos, parecería que la praxis Rusa es más correcta, pero contradictoria. Si lo que ingiere el oficiante no es la Sangre de Cristo, ¿por qué beber tres veces del cáliz? Además, supone un exceso el prohibirle probar del cáliz si oficia en solitario.
Sin duda alguna, la Semana Santa y Pascua conforman un conjunto que marca la cima del ciclo litúrgico anual, tanto para rusos como para griegos. Sin embargo, los momentos en los que la devoción popular resaltan por su intensidad en cada caso son distintos.
Dos oficios, en particular, entre los griegos, atraen una gran concurrencia: se trata del Himno de la monja Casiana [7] y de la solemne entrada en procesión con el Santo sudario la noche del Viernes Santo. No es una exageración afirmar que para el griego de a pie, dichos oficios constituyen los momentos claves de la Semana Santa. El Himno de la pecadora está tan difundido entre los fieles laicos que incluso se lo saben de memoria y lo cantan; siempre figura en la prensa al describir los hechos de la Semana Santa y mucho de los mismo puede decirse de la procesión con el Santo sudario que, no solo se saca en procesión alrededor del templo sino que recorre kilómetros enteros, escoltado de miles de fieles cada uno con su vela encendida y cánticos fúnebres.
Para los rusos, aunque el significado de los oficios y de los himnos es idéntico y el hecho litúrgico se desarrolla de igual manera, la devoción popular no los carga con el mismo énfasis. Por ello, aunque la lectura del Himno de la monja Casiana marca el momento central de la devoción griega, su lectura entre los rusos no destaca por tal grado de intensidad para parte de los fieles. En muchos casos, los rusos desconocen su contenido considerándolo, por así decir, otro cántico más propio de la Semana Santa que como todos esos himnos deslumbran por su solemnidad. Es la Vigilia del Gran Sábado Santo, que se oficia por la tarde del Gran Jueves Santo, la que logra tal intensidad y fervor para el ruso, el denominado Oficio de los Doce Evangelios, el más entrañable y el más concurrido de la Semana Santa para los rusos. Dicho oficio importa a los griegos igualmente pero a menor grado que a los rusos. Hecha esta aclaración, conviene destacar que para los griegos el momento de clave del mismo oficio lo marca la salida en procesión de la cruz durante el himno «Hoy pende del árbol de la cruz…,» [8] mientras que los rusos se limitan a entonar el himno sin procesión, que se considera una innovación reciente, sin atribuirle más solemnidad. El Himno de la luz «El ladrón sabio…» [9] más significativo para la mayoría de los fieles rusos; con este himno, todas las solistas operísticas se lucen, dadas la oportunidad. Una vez más, otro ejemplo de que la excelencia de la composición musical influye en el significado atribuido a ciertos momentos del oficio Divino a ojos del pueblo.
El Viernes Santo, se distingue para los rusos no por el Oficio de la sepultura del Cristo, tan popular con los griegos y celebrado a media tarde. Los rusos, hacen un oficio sin procesiones, muy hermoso y bien concurrido, pero la procesión con el Santo sudario al anochecer brilla por su concurrencia y la identificación de su contenido espiritual con la Semana Santa.
El Gran Sábado Santo, corresponde celebrar la Liturgia de San Basilio con los Paremii,[10] quince lecturas del Antiguo Testamento que los griegos, en todas partes menos en Athos, acortan a tres según el Typicón de 1838. Son oficios hermosos por su riqueza y solemnidad, pero poco concurridos. No sería por ello por lo que aquí los rusos implantaron una admirable innovación litúrgica. Probablemente, es una de las mejores innovaciones que hayan implantado en el ámbito litúrgico y que aporta un toque inolvidable de dramatismo a la Liturgia del Sábado Santo. Se trata del cambio de color de las vestimentas del presbítero durante el curso de la Liturgia, entre las lecturas de la Epístola y el Evangelio que anuncian la resurrección. Mientras el coro entona el salmo [82] «Levántate, O Dios, Juez del mundo y Señor de todas las naciones…,» se mudan las ornamentos oscuros por los blancos. Sin duda, esto no es la praxis antiquísima. Los griegos que desconocen dicha muda de la Liturgia del Gran Sábado Santo, conservando intacto el antiguo orden, revisten vestimentas blancas desde el inicio de la Liturgia. La razón de esto es que antaño, con motivo de la solemnidad del Sábado Santo, se realizaban múltiples bautizos que se daban lugar durante la lectura de los Paremii y según la práctica establecida, el oficiante revestía el color blanco para celebrar el sacramento. Según se desglosa de manuscritos Eslavos del siglo XIV, los rusos atacaban la praxis antigua, revistiendo los ornamentos blancos desde el principio de la Liturgia del Gran Sábado Santo y en algún momento durante el siglo XV o XVI, alguien tuvo una novedosa ocurrencia, consistente en el cambio de vestimentas entre las lecturas Resurreccionales. El dramatismo de este gesto del Sábado Santo es famoso y emocionante, trascurriendo como mucho revuelo y desorden. Los teólogos rusos incluso, dotaron al acontecimiento de simbolismos sugiriendo el descenso del Cristo a los infiernos, como preludio a Su Resurrección, o como una aproximación de la resurrección Cósmica. Por tanto, que dicha muda de vestimentas, tan fundamental en la vida litúrgica Rusa, no se practique en las demás iglesias Griegas al no formar parte del orden antiquísimo, suscitaría sorpresa e incredulidad en los fieles rusos.
A continuación, resumiré las particularidades litúrgicas de los griegos y los rusos que caracterizan la Solemnidad de Pascua. Los rusos, en la vigila Pascual nocturna, hacen la lectura del Evangelio, en este caso el prólogo de San Juan, en varios idiomas; los griegos por su parte, hacen la lectura en varios idiomas durante el Oficio de las vísperas del día de Pascua, en este caso se trata de la aparición del Cristo a los apóstoles en la ausencia de Tomás.
Para no alargarme demasiado sobre este tema, expondré mi argumento desde otro punto de partida: la devoción Mariana o, lo que es igual, el lugar que ocupa la veneración de la Theotokos en cada caso. Antes, quiero pronunciarme sobre la interpolación novedosa, introducida por la hermandad Zoé bajo la influencia del protestantismo, que se ha propagado en tantas parroquias de las grandes ciudades griegas, pero que no se encuentra en Athos. Se trata de la supresión de la tradicional exclamación ortodoxa «¡Santísima Theotokos, sálvanos!» Los partidarios de esto han tenido a bien remplazarla con la novedosa exclamación «¡Santísima Theotokos, ruega por nosotros!» minimizando así la veneración de la Theotokos. Bien, la fórmula «ruega por nosotros» no es que sea herética y forma parte de muchas plegarias a la Madre de Dios. Sin embargo remplazara sistemáticamente todas las incidencias de la fórmula «sálvanos» representa una tendencia anti-theotoquiana. Es mas, acusa cierto paralelismo con la novedosa tendencia sancionada en el Typicon de 1838 con respecto a la solemnidad de la Anunciación y el significado de la misma en la obra de nuestra salvación. Se trata de los «inicios de nuestra salvación» y el contexto de los mismos. Por ello, la fecha de la solemnidad, aunque coincida con el Viernes Santo, Sábado Santo o la mismísima Pascua, no debe transferirse a otra fecha. Sin embargo, el Typicon de 1838, adulterando esta práctica antiquísima y basándose en el argumento que tales coincidencias suponían importantes inconvenientes para el clero rural, sanciona la transposición de la solemnidad de la Anunciación al segundo día de Pascua durante la Semana del Resplandor. La innovación se propagó por toda Grecia, con la excepción de entre los monjes Athonitas a cuyo parecer la transposición representa una merma en la importancia atribuida a la solemnidad de la Anunciación y cierto menosprecio por el papel de la Theotokos en la obra de nuestra salvación.
En este caso, la Iglesia Rusa acata el orden antiguo que considera inamovible la fecha de la solemnidad de la Anunciación. No obstante, la aberración litúrgica que se da lugar con la implantación del calendario Gregoriano [ por algunas iglesias locales ] para el cálculo de las solemnidades fijas y el calendario Juliano para calcular la fecha de la Pascua, dio fin a la polémica de dicha prescripción para los griegos, por la sencilla razón de que en adelante sería imposible que la fecha de la Anunciación coincidiera ni con Semana Santa ni con Pascua. Ahora bien, se puede demostrar que la Anunciación se observa con mucha más solemnidad entre los griegos[11] que entre los rusos, seguramente debido al espectro de la antedicha tendencia [ anti-theotoquiana ], si es que existe. Por ello, cuando la solemnidad cae en la Gran cuaresma, se suspenden las prosternaciones en todos los oficios Cuaresmales, con la excepción de los tres últimos días de Semana Santa, observando así el periodo de festejo. Entre los rusos, las prosternaciones y la recitación de la Plegaria penitencial «Señor y Maestro de mi vida…» se hacen todos los días de periodo festivo, incluso el día de la mismísima solemnidad, algo que resulta ser igualmente una aberración litúrgica. Además, cabe remarcar la importancia que ha adquirido para los griegos, quizá por la misma razón, el himno Acathisto a la Santísima Theotokos en la cuaresma, que se pierde entre los rusos.
A continuación, una breve relación de singularidades propias de la praxis litúrgica Rusa y la Griega, en el marco de los oficios litúrgicos y para-litúrgicos, prestando particular atención a la predilección de los fieles por un gesto u otro. Por ejemplo, justo antes de la Gran entrada, normalmente el obispo Griego hace una inclinación hacia el pueblo desde la Puertas santas y les pide perdón, bendiciéndolos. Esta costumbre, aunque cargada de significación espiritual, se pierde entre los rusos. Los obispos Rusos ni piden el perdón del pueblo ni los bendicen como preludio a la Gran entrada, porque sencillamente corresponde a los presbíteros pedir el perdón en ese momento. Es mas, el obispo Griego, no concede su bendición fuera del oficio litúrgico, limitándose a darle la mano a los fieles para que se la besen, pues se considera que las bendiciones constituyen hechos litúrgicos y que es inapropiado celebrarlos fuera del templo. En muchos casos, la bendición del obispo al final de la Liturgia es tan significativa para los fieles piadosos Rusos como el oficio mismo. Por ello, en Rusia hoy en día, se pueden observar mares de gente agolpados contra las entradas de los templos a la espera de la bendición del obispo. De hecho, según la práctica Griega, para evitar esto el obispo reparte el pan bendito (antithoron) y en lugar vez de la bendición, los fieles le besan la mano; los Rusos, por su parte, se sirven del pan bendito cada uno por su cuenta.
En resumen, conviene plantear la siguiente discordancia entre Griegos y Rusos que de alguna manera resalta la conciencia litúrgica de los fieles, en particular los fieles asiduos. Los Griegos, por lo general, acostumbran acudir a la Divina Liturgia ayunados, sin importar si comulgan o no; mientras que los Rusos solo ayunan si se va a comulgar. A su parecer, se debe desayunar, con tal de cobrar fuerza suficiente para aguantar el largo oficio. Tampoco, sienten ningún reparo en comer el antithoron, hecho que según los monjes Athonitas representa una falta de respeto.
Permítame [el lector] sacar algunas conclusiones basadas en esta exposición, aunque será difícil, dadas la complejidad de las singularidades litúrgicas aquí relacionadas y las contradicciones de las mismas. Bien, se trata a veces de mera costumbre sin significación e indicativa del temperamento nacional de los interesados, como es el caso de «la veneración del obispo» entre los rusos; otras veces, se trata de los gustos particulares de cada cual, que son de carácter espiritual, como es la gran devoción de los rusos al Gran canon de San Andrés de Creta, o de carácter teológico, como es el antropocentrismo de los Rusos en contraposición al «hieratismo» Griego y sus tendencias cosmológicas. En resumidas cuentas, representan más bien una serie de propensiones indeterminadas y no diferencias en materia teológica ni contradicciones. Solo la conmemoración de las huestes angelicales de la Proskomide, supone una importante discordancia teológica por la aparente inferencia a la inclusión de los ángeles en la economía de la redención. También, surge la interrogativa en cuanto al cambio de la especie del vino en la Liturgia de los Dones consagrados, si se trasforma o no en la Preciosísima Sangre de nuestro Señor. Aunque está claro que las incógnitas merecen resolución, en este caso sencillamente no conviene llegar precipitadamente a conclusiones basadas en un puñado de idiosincrasias particulares. Sin embargo, sí deberíamos reflexionar sobre ciertas singularidades recientes, fruto del desarrollo litúrgico Ruso y Griego, que brillan por su gran belleza y riqueza teológica, como son las largas procesiones con el Santo sudario de los griegos; la recitación de la Plegaria «Señor y Maestro de mi vida…» en voz alta; la muda de los ornamentos de la Liturgia del Gran Sábado Santo; el canto del Credo y el Padrenuestro por el pueblo como acostumbran los rusos. Pero ¿qué de la disparatada interpolación a la Anáphora de la Liturgia de San Basiliomagno? Se trata no de la creatividad, sino de la distorsión que debe subsanarse cuanto antes posible, pero simplemente porque dicha interpolación representa un redundancia y en si sola, no supone ninguna falsedad ni error. Da igual que dichas singularidades, sean antiquísimas o recientes, sean exitosas o rotundos fracasos, porque al final su significación debe contrastarse contra aquella totalidad que denominamos la gran Unidad de praxis litúrgica Ortodoxa, y todas ellas conforman un precioso tesoro de delicias teológicas y espirituales particular a cada lugar que, no obstante las discordancias, dan testimonio de la unidad de fe de la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica. Por tanto, en estos casos, antes de poner en vigor la uniformidad litúrgica que sería tanto imposible como indeseada, la Iglesia seguirá reseñando si cada una de las singularidades locales vulneran su conciencia conciliar.
Traducción a castellano de padre pablo (Zúñiga), del Patriarcado de Serbia.
(El artículo original en idioma ruso, se publicó en los N.º 89-90 de Enero-Junio de 1975, del trimestral «Messager de l’exarchat du patriarche russe en Europe Occidentale» y fue traducido a idioma inglés por el padre Alvian Smirensky, bajo el título «Some differences between Greek and Russian divine services and their significance.»)
NOTAS EXPLICATIVAS DEL TRADUCTOR
[1] Tropario del Espíritu Santo: «Señor, que a la tercera hora, enviaste a tu Santísimo Espíritu sobre tus apóstoles, no nos lo retires en tu bondad, más renuévanos, a nosotros que te imploramos,» y de los siguientes versículos del salmo 50: «Crea en mí un corazón puro, oh Dios, y renueva en mi pecho un espíritu firme.» «No me rechaces lejos de tu rostro y no me retires tu Espíritu Santo.»
[2] Se denomina epíclesis el conjunto consistente en la siguiente serie de enunciados: «Te ofrecemos también este culto espiritual e incruento y te invocamos, te rogamos y te suplicamos que envíes tu Espíritu Santo sobre nosotros y sobre los dones que aquí te son presentados. Y haz de este Pan el Cuerpo precioso de tu Cristo. Y el contenido del Cáliz, la Sangre preciosa de tu Cristo. Y cámbialos por tu Espíritu Santo. Amén, amén, amén.»
[3] La conmemoración, en griego reza: «Eις τιμήν και μνήμην των παμμεγίστων ταξιαρχών Μιχαήλ και Γαβριήλ και πασών των επουρανίων Δυνάμεων ασωμάτων» que se traduce «En honor y memoria de los venerables y santos arcángeles Miguel, Gabriel y todas las huestes angelicales.»
[4] Según la nota informativa del p. Alvian Smirensky, dichas discordancias no figuran en las actuales traducciones al inglés de textos provenientes de las iglesias Griegas y Antioquenas, consultadas por él para su traducción.
[5] Plegaria de San Efraím de Siria: «Señor y Maestro de mi vida, aparta de mí todo espíritu de pereza, de soberbia, de prepotencia, y de engaño. Cólmame, tu humilde siervo, del espíritu de moderación, de humildad, de perseverancia y de caridad. Oh Señor y Rey mío, concédeme reprenderme por mis propias debilidades, sin reprobar a mi hermano. Pues eres santo por los siglos de los siglos. Amén.»
[6] Según la nota informativa del p. Alvian Smirensky: Se trata del año 1836. Véase el poema «Pure Men, and Women Too» de la colección Modern Library bajo el título «The Poems, Prose and Plays of Alexander Pushkin», de Avraham Yarmolinsky, de la editorial Random House, publicado en 1936.
[7] El himno de monja Casiana, en Tono 8, de los Maitines del Miércoles Santo: «La mujer caída en el pecado, contemplando tu divinidad, deviene mirrófora, o Señor. Ofreciéndote su arrepentimiento, como ungüento de fragante suavidad, derrama mirra, perfumándote ante tu sepultura y gimiendo, exclama: «¡Pobre de mí! Me encierra la moradura lívida y negruzca, me entorpece el entumecimiento lascivo de mis oscuras pasiones. He aquí la ofrenda de mi llanto, Tú que mandas llover las nubes, como torrentes, con las aguas del mar. Acerca el oído a mi seno y atiende el tumulto de mi corazón, Tú que te has dignado inefablemente verter tu majestad como los cielos. Te besaré y con mis cabellos te ungiré los pies, cuyas pisadas Eva escuchó al cubrir Tú el Paraíso con la noche, y ella, estremeciéndose, ocultó el rostro en las tinieblas. ¿A quién, sino a Ti, daré a conocer todas mis concupiscencias? ¿Quién abarcará el insondable abismo de tus mercedes, oh Salvador de mi alma? ¡No desoigas a tu sierva! ¡Tu complacencia es eterna!»»
[8] Se trata de la Antífona 15, en Tono 6: «Hoy pende del árbol de la cruz Aquel que cuelga el orbe por encima de las aguas. (x3) Aquel que es el Rey de los ángeles, se ciñe la cabeza con la corona de espinas. Aquel que adorna los firmamentos con nubes, se reviste de la púrpura de la ignominia. Aquel que en el Jordán liberó a Adán, es abofeteado. El Desposado de la Iglesia es atravesado con clavos. El Hijo de la Virgen es traspasado por la lanza. Veneramos tu santa pasión, oh Cristo (x3) ¡Muéstranos la gloria de tu Resurrección!»
[9] Tropario, en Tono 8, de la hora Nona, de las Horas Reales del Viernes Santo: «El sabio ladrón, al contemplar la Fuente de la vida pendiendo de la Cruz, confesó: «Han crucificado entre nosotros a Aquel que es, el Dios encarnado, y el sol oculta sus rayos, la tierra tiembla y se estremece el mundo. ¡Acuérdate de mí, oh Señor impasible, cuando entres en tu Reino!»
[10] Relación de las quince lecturas:
1) Génesis 1,1-13.
2) Isaías 60,1-16.
3) Éxodo 12,1-11
4) Jonás 1,1 hasta 4,11.
5) Josué 5,10-15.
6) Éxodo 13,20 hasta 15,19.
7) Sofonías 3,8-15.
8) 3º de Reyes 17,8-24.
9) Isaías 61,10 hasta 62,5.
10) Génesis 22,1-18.
11) Isaías 61,1-9.
12) 4º de Reyes 4,8-37.
13) Isaías 63,11 hasta 64,5.
14) Jeremías 31,31-34.
15) Daniel 3,1-23 y el Himno de los Tres Jóvenes, vers. 1-66.
[11] Según la anotación del p. Alvian Smirensky, tanto la Solemnidad como el Día de independencia Griega, se observan el día 15 de agosto.